
Celia Fernández | 16 Marzo 2023
Tras la recolección de plantas, ya sea de nuestro jardín o que la encontremos naturalmente, tenemos que determinar que vamos a hacer con ellas.
Las plantas frescas mantienen todas sus propiedades intactas. Si las vamos a usar en el momento es la mejor opción, pero hay que hacerlo inmediatamente para asegurarnos de que mantiene sus propiedades medicinales. Podemos usarlas directamente como hierba aromática, en infusión o para macerados con base acuosa como en alcohol o glicerina vegetal.
A veces necesitamos secarlas para que nos duren más tiempo y poder disponer de ellas. En el caso de usarlas para hacer macerados enaceite también tenemos que secarlas previamente, esto nos ayuda a extraer el agua contenida en la planta y así no se estropea el preparado en aceite.
Las plantas secas duran más tiempo exactamente por eso, porque su contenido en agua es mínimo. El agua es el principal vehículo donde bacterias, hongos y mohos se desarrollan. Y por debajo de un 10% de humedad esto no ocurre, que es cuando están secas y listas para almacenar.
Tenemos que sacudir las plantas y quitar los restos de tierra o los posibles insectos que puedan tener. Revisando bien la planta por todos lados que no esté en mal estado.
Por otro lado también estaría bien enjuagar las plantas levemente o pasarles un paño húmedo. En este caso una vez lavadas hay secarlas inmediatamente con papel absorbente hasta que el papel no absorba más. Esto es importante si las queremos secar, ya que si no le estaremos aportando más humedad a las plantas.
El polvo es otro factor que puede deteriorar las plantas. La zona de secado debe estar previamente limpia y mantenerla así.
Independientemente del método de secado hay que evitar que las plantas queden superpuestas entre ellas o aplastadas. Esto aumentará el tiempo desecado y puede que se pudran por esas partes al no circular el aire y retenerse la humedad.
Para asegurarnos de quela planta está seca tenemos que forzarla levemente hasta que se quiebre y se escuche un ligero crujido. Además del color verde grisáceo que adoptan las hojas. En este punto tenemos que almacenarlas y evitar que sigan perdiendo humedad, pues secadas excesivamente pueden perder sus propiedades también.
Si disponemos de él, podemos usar un deshidratador. Dependiendo del tamaño podremos poner las plantas enteras o no. En mi caso lo uso sólo para hojas y flores, no para plantas enteras. El inconveniente del deshidratador es que se tiene que mantener enchufado muchas horas. Pero la ventaja es que consume muy poco y ahorramos más tiempo que en el secado natural. Sobre todo es muy útil en climas húmedos. Podemos hacer una versión del deshidratador a mayor escala, o incluso con un deshumidificador sería mejor. Si ponemos el deshumidificador en una habitación cerrada donde tenemos secando las plantas, aceleramos también el proceso. En estos casos siempre hay que vigilar que no nos pasemos extrayendo toda la humedad.
Otro método por el que podemos optar la gran mayoría es usar el horno. Todos tenemos un horno en casa. Pero en este caso hay que hacerlo con precaución con la temperatura al mínimo e incluso dejar la puerta del horno un poco abierta para que circule el aire si no tenemos esa función. También tendremos que ir dándole la vuelta de vez en cuando. En el caso de una raíz engrosada podemos aumentar la temperatura.