
Celia Fernández | 10 Julio 2025
Desde tiempos antiguos, la Malva sylvestris, conocida simplemente como malva o malva común, ha sido valorada por sus propiedades medicinales y usos en distintas culturas. En la antigua Grecia, se consideraba una planta sagrada, capaz de curar enfermedades y otorgar protección. Durante la Edad Media, se creía que si una persona recogía malva al amanecer y la colocaba bajo su almohada, tendría sueños reveladores sobre su futuro. Más allá de la tradición, esta planta sigue sorprendiendo por sus numerosos beneficios para la salud.
La malva es originaria de Europa, Asia occidental y el norte de África, aunque hoy en día se encuentra en muchas partes del mundo. Pertenece a la familia Malvaceae, la misma que incluye plantas como el hibisco y el algodón.
Mucílagos, responsables de su acción calmante y protectora sobre las mucosas.
Flavonoides, con propiedades antioxidantes que ayudan a combatir el envejecimiento celular.
Taninos, conocidos por su efecto astringente y cicatrizante.
Vitaminas A, B1, B2 y C, esenciales para la salud de la piel y el sistema inmunológico.
Ácidos fenólicos, que contribuyen a su acción antiinflamatoria y antibacteriana.
La malvina, una antocianina responsable de ese color de la malva también le aporta propiedades antioxidantes y antiinflamatorias. También este compuesto es sensible al pH y puede actuar como un detector de pH. Si el color violáceo tira a más rojizo el ambiente es ácido, y si tira a más azulado, es alcalino.
Alivia afecciones respiratorias, como tos, bronquitis e irritación de garganta.
Protege el sistema digestivo, ayudando en casos de gastritis y estreñimiento leve.
Favorece la cicatrización, siendo ideal para heridas, quemaduras y picaduras.
Suaviza la piel, perfecta para tratar sequedad y dermatitis.
Regula la inflamación, contribuyendo a calmar problemas articulares y musculares.
Infusión: útil para calmar la tos, aliviar la irritación intestinal y fortalecer el sistema inmunológico.
Decocción: recomendada para combatir la inflamación y mejorar el tránsito intestinal.
Gastronomía: en algunas regiones mediterráneas, las hojas jóvenes se añaden a ensaladas, sopas y guisos por su sabor suave y beneficios digestivos. Al igual que el malvavisco, se solía dar a los niños para cuando tienen problemas en la dentición.
Bebidas: en países como Marruecos, se usa en la preparación de tés tradicionales con propiedades relajantes.
Baños de asiento: eficaces para aliviar hemorroides y molestias en la zona íntima.
Compresas y cataplasmas: ideales para tratar heridas, quemaduras y picaduras de insectos.
Gargarismos: ayudan a calmar irritaciones bucales y problemas en las encías.
Mascarillas para la piel: aplicadas en el rostro para hidratar y calmar irritaciones.
También se puede incluir en cosméticos o elaboraciones naturales para la piel.
Antiguamente se usaba para teñir telas de forma artesanal, aunque el color no siempre era muy estable al lavado o la luz.
Malva moschata, con flores más grandes y de color rosa pálido.
Malva neglecta, de menor tamaño y con propiedades similares.
Althaea officinalis, conocida como malvavisco, cuya raíz tiene propiedades más intensas. (Imagen)
No hay registros de especies tóxicas que se asemejen peligrosamente a la malva, pero siempre es recomendable identificar bien la planta antes de su uso.
A pesar de sus múltiples beneficios, es importante tomar precauciones:
Consumo excesivo: en grandes cantidades, la malva puede provocar efectos laxantes no deseados.
Diabetes: sus mucílagos pueden alterar la absorción de algunos medicamentos.
Interacción con fármacos: se recomienda consultar con un profesional si se toma medicación de manera regular.
Embarazo y lactancia: aunque no se han reportado efectos adversos, es mejor consumirla con moderación.